miércoles, 19 de mayo de 2010

Crónica de una autobiografía no autorizada.


Artemisa nos proteja

En relación a este libro, la Editorial Argenta y la Distribuidora Bookmark, cuyos servicios fueron contratados y muy bien pagos para la publicación, distribución y difusión de esta obra, lleva más de dos años sin expedirse en cuanto a la facturación de su venta. Nadie conoce este libro, nadie sabe donde comprarlo. No se encuentra en las librerías de la cadena Distal, como prometió la distrubuidora. Quiera Artemisa (Diosa de la literatura), que nuestra heroína no corra la misma suerte que LINDY GIACOMÁN CANAVATI To: Cc: ; Sent: Thursday, November 06, 2008 4:23 PM Subject: RE: CUIDADO CON ESTOS "edirtores" BOOKMARK SAE Y ARGENTA SARLEP REENVÍO FAVOR DE ENVIARLA A TODOS LOS QUE PUEDAN AYUDAR A NO CAER EN ESTA TRAMPA… Estimados colegas, los invito a leer esta demanda, favor de abrirla y leerla… soy una escritora seria, pueden buscarme en INTERNET… adjunto mi CV. FUI ESTAFADA POR ESTOS DESALMADOS Y TENGO SUS DIRECCIONES PORQUE ME MANDABAN SUS INVITACIONES JUNTO CON TODOS USTEDES. SI FUERON ESTAFADOS POR FAVOR COMUNÍQUENSE CONMIGO, SI LES PUBLICARON, VAYAN A LAS BODEGAS A VER SI ES CIERTO QUE ESTÁN AHÍ SUS LIBROS, REVISEN EN LAS LIBRERÍAS Y TÓMENLES CUENTA A ESTOS PSICÓPATAS… SE VAN A LLEVAR UNA MUY DESAGRADABLE SORPRESA… INVITO A QUIENES HAYAN SIDO ESTAFADOS, SE UNAN A MÍ Y A LOS OTROS ESCRITORES QUE VAMOS A DETENER A ESTOS TRÁPALAS QUE NO TIENEN VERGÜENZA, SON UNOS VERDADEROS CRIMINALES. Lindy Giacomán Canavati EDITORIAL ARGENTA SARLEP BOOKMARK SAE ALEXANDER ERNST RENNER Y MARÍA JULIA CASARES SON PSICÓPATAS, EMBAUCADORES PELIGROSOS, CRIMINALES QUE LE ROBAN EL DINERO, LA PAZ Y LOS SUEÑOS A LOS ESCRITORES. DEMANDA: LINDY GIACOMÁN CANAVATI POETA, ESCRITORA Y PSICÓLOGA MEXICANA A EDITORIAL ARGENTA SARLEP Y A LA DISTRIBUIDORA BOOKMARK SAE EN BUENOS AIRES, ARGENTINA demanda a Alexander Ernst Rennes y María Julia Casares, ubicados respectivamente en: Editorial Argenta Sarlep S.A. Avda. Corrientes 1250 piso 3 of. F Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina Teléfonos: (54) 11 43 82 90 85 Bookmark SAE Sarmiento 1169 piso 8 of. D Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina Teléfonos: (54) 11 4381 7674 (1041). Pero de ser así, esta magnífica obra, casi más por su valor literario, que por su anecdótico contenido, tiene una vida propia que no le será quitada sin dar una buena batalla.

lunes, 24 de diciembre de 2007

Finalmente fui a votar, y voy a decirles con toda franqueza el extraño estado de ánimo que esto me produjo, y ustedes juzgarán si no sería mejor que me internaran en una clínica psiquiátrica en vez de dejarme presa de las imaginaciones y sufrimientos que me atormentan. Porque esta historia, larga y exacta, de esta singular enfermedad de mi alma, no es más que producto de haber vivido como todo el mundo, mirando la vida con los ojos abiertos y ciegos del hombre, sin sorprenderme ni comprender. Vivía como viven las bestias, como vivimos todos, cumpliendo todas las funciones de la existencia, analizando y creyendo ver, creyendo saber, creyendo conocer lo que me rodea, cuando un día me di cuenta de que todo era falso.Fue exactamente el último domingo de octubre en el que estaba en una hacinada fila integrada por cientos de personas en una escuela de barrio, con una misma finalidad cuyo desenlace todos desconocíamos o fingíamos desconocer, sabiendo que todos los que habían cruzado la puerta antes ya habían entregado sus cabezas, y yo las veía colocadas en una larga hilera de vitrinas que estaban adosadas a la pared de enfrente. Seguramente en esas vitrinas no entraba aire contaminado, pues las cabezas se conservaban en forma admirable, casi como si estuvieran vivas, aunque les faltaba el flujo de la sangre bajo la piel. Debo confesar que el espectáculo me produjo un miedo súbito e intenso.Durante cierto tiempo me sentí paralizada por el terror. Pero era el caso que aún incapacitada para pensar y para actuar, yo estaba allí: había pasado el umbral y tenía que entregar mi cabeza. Nada ni nadie podría evitarlo. La situación era en verdad aterradora. Parecía que no había distancia entre la vida que había dejado atrás ese domingo, del otro lado de la puerta, y la que iba a iniciar en ese momento. Físicamente, la distancia sería de tres metros, tal vez de cuatro. Sin embargo lo que veía indicaba que la separación entre lo que fui y lo que sería no podía medirse en términos humanos.__ Entregue su cabeza __ Dijo una voz suave.__ ¿La mía? __ Pregunté, con tanto miedo que a duras penas me oía a mí misma.__ Claro __ ¿Cuál va a ser?A pesar de que no era autoritaria, la voz llenaba todo el salón y resonaba como un eco entre las paredes descascaradas, cubiertas de cartulinas de colores con dibujos, collages y pinturas infantiles con el motivo de la primavera. Yo no podía saber de dónde salía. Tenía la impresión de que todo lo que veía estaba hablando a un tiempo: el piso de granito amarillo, los pupitres de fórmica, los vidrios rajados que daban a un patio vedado que cruzaba a todo lo largo de la escuela. Sólo sabía a ciencia cierta que ninguna de las innumerables cabezas de las vitrinas había emitido el menor sonido.Tal vez con el deseo inconsciente de ganar tiempo, pregunté.__ ¿Y cómo me la quito?__ Sujétela fuertemente con las dos manos, apoyando los pulgares en las curvas de la quijada, tire hacia arriba y verá con qué facilidad sale. Colóquela después sobre la mesa.Si se hubiera tratado de una pesadilla me habría explicado la orden y mi situación. Pero no era una pesadilla. Eso estaba sucediéndome en pleno estado de lucidez, mientras me hallaba de pie en medio del pasillo frente al fiscal de mesa, que se impacientaba ante mi demora. No se veía una silla, y como temblaba de arriba abajo debido al frío mortal que se había desatado en mis venas, necesitaba sentarme o agarrarme de algo. Al fin apoyé las dos manos en la mesa.__ ¿No ha oído o no ha comprendido? __ Dijo la voz que parecía provenir del fiscal.Ya dije que la voz no era autoritaria sino suave. Tal vez por eso me parecía tan terrible. Resulta aterrador oír la orden de quitarse la cabeza dicha con un tono tan normal, más bien tranquilo. Estaba seguro de que el dueño de esa voz había repetido la orden tantas veces que ya no le daba la menor importancia a lo que decía.Al fin logré hablar.__ Sí, he oído y he comprendido __ Dije __. Pero no puedo despojarme de mi cabeza así como así. Necesito algún tiempo para decidirlo. Comprenda que ella está llena de mis ideas, de mis recuerdos. Es el resumen de mi propia vida. Además, si me quedo sin ella, ¿con qué voy a pensar?La frase no me salió de golpe. Me ahogaba. Dos veces tuve que parar para tomar aire. Callé, y me pareció que la voz emitía un ligero gruñido, como de risa burlona.__ Aquí no tiene que pensar. Pensaremos por usted. En cuanto a sus recuerdos, no va a necesitarlos más: va a empezar una nueva vida.__ ¿Vida sin relación conmigo misma, sin mis ideas, sin emociones propias? __ Pregunté.Instintivamente miré hacia la puerta por donde había entrado. Estaba atiborrada de gente y custodiada por varios policías que ejercían su autoritarismo innato ordenando las filas con rigor geométrico. Volví los ojos a los dos extremos del pasillo. Había también varias puertas a lo largo y en los extremos que daban al patio, pero ninguna estaba abierta. El espacio era largo y de techo alto, lo cual me hizo sentir tan desamparada como una niña a punto de recibir amonestaciones. Todos actuaban como autómatas, siguiendo las órdenes de las voces, o de los ecos de las voces. No había la menor señal de vida.Peor aún: estábamos la voz y yo. Pero la voz no era humana, no podía relacionarse con un ser de carne y hueso. Me hallaba bajo la impresión de que miles de ojos malignos, también sin vida, estaban mirándome desde las paredes, y de que millones de seres minúsculos e invisibles acechaban mi pensamiento.__ Por favor, no nos haga perder tiempo, que hay otros esperando su turno __ Dijo la voz.No es fácil explicar lo que esas palabras significaron para mí. Sentí que alguien iba a entrar, que ya no estaría más tiempo solo, y volví la cara hacia la puerta. No me había equivocado, una mano sujetaba el borde de la gran hoja de madera opaca y la empujaba hacia adentro, y un pie se posaba en el umbral. Por la abertura de la puerta se advertía que afuera había poca luz. Sin duda era la hora indecisa entre el cierre de los comicios y la prórroga inútil.En medio de mi terror actué como una guerrillera experimentada, lanzándome impetuosamente hacia la puerta, empujando al que entraba y saltando a la calle. Me di cuenta de que alguna gente se alarmó al verme correr, tal vez pensaron que había robado o había sido sorprendido en el momento de robar. Comprendía que llevaba el rostro pálido y los ojos desorbitados, y de haber habido allí un policía de más, seguramente me hubiera perseguido. De todas maneras, no me importaba. Mi necesidad de huir era imperiosa, y huía como loca.

lunes, 10 de diciembre de 2007

El Truco del Final


La nota de Daniel della Costa sobre el último recurso de imagen, confirma cuánto es necesario mentir para alcanzar una meta política. Me recuerda que además de fumar en clase, Cristina jugaba al truco y mentía muy bien. Mentía al esconder su nombre de reina Elisabet, malogrado al registrarla. Miente cuando dice que su nombre de reina es por Cristina, porque nunca hubiera tolerado llamarse como una marca de medias. Miente sobre su título. ¿Lo encontraron? ¿Le hicieron un peritaje? ¿Será presidenciable? Ni siquiera nació en La Plata. Nació en Tolosa, en casa de una partera cerca de la casa de mis abuelos. Su madre quería que ascendiera socialmente, originando sus inseguridades y, por ende, sus mentiras. Aprendió de su madre a despreciar a su padre, un chofer de colectivo, trabajador, radical y simpatizante de San Lorenzo. Prevaleció la educación materna, monárquica, peronista y fanática del Lobo. Llena de presunciones y complejos, no encajó en ningún grupo platense. Hizo carrera en los centros de estudiantes del interior, conquistando a uno borracho, y casándose en cinco meses cuando no pudo casarse en cinco años con el 'chico bien', el rugbier al que no le interesaba militar ni bailar. Me da mucha pena ella y nosotros. Es como una de esas manos en la que todos estamos ciegos.
Ya saben: Cualquier semejanza con la realidad es mera coincidencia ...